Un defecto imperdonable

Esta es una historia que tal vez pudo haberte pasado a ti tambien.
Cuando estaba en la universidad conocí a Eva una chica simpática, buena gente y muy bella, sobretodo en su forma de ser.
Es la chica que se preocupa por ti, la que esta ahí cuando la necesitas, la que se da cuenta cuando te cortaste el pelo, o compraste una camisa nueva.
Bueno ella estaba interesada en mi, y la verdad a mi me gustaba, me sentía alagado de que una mujer simpática tuviera interés en alguien como yo.
Pero,
Aun así de linda ella tenia un defecto muy notable, sus enormes orejas, que llamaban mucho la atención de todo el mundo.
Y a ella superada al parecer no le importaba eso, por que no las intentaba ocultar, era raro, es mas prefería andar con el pelo recogido que suelto.
Al principio a mi no me importo, es mas ni siquiera me fije en sus orejas, pero los demas si se dieron cuenta, a sus espaldas hablaban de ella, le ponían apodos como Dumbo o la chica Trofeo, y demás idioteces.
Todo eso influyo en mí, y como consecuencia logró que nos alejáramos, de lo unidos que éramos la empecé a evitar, aunque muy dentro mió la extrañaba, yo la quería.
En la universidad se acercaba un baile y yo no tenia pareja, quería llamarla e invitarla pero mis amigos se burlarían si llevaba a Dumbo al baile.
Así que planee un encuentro casual, de hecho ella tenía que ir a la fiesta
Grande fue mi sorpresa, cuando llegue al baile la ví, estaba preciosa con un vestido rojo, nunca la vi tan hermosa, tan arreglada, que solo quería ir corriendo hasta donde se encontraba y besarla.
Pero ella no estaba sola, el chico mas guapo del equipo de fútbol de la universidad estaba con ella, todos mis amigos se quedaron boquiabiertos por la manera en que él la miraba, la abrazaba, la besaba, al parecer a el no le importaba su defecto y se enamoro de ella.
Quede como un idiota
Lo merecía, todo por juzgar a una persona por su apariencia y no por lo que ella era realmente, una chica buena y lo peor fue dejarme guiar por un grupo de amigos que ni siquiera eran perfectos. Todos chatos, gordos, narizones como no me di cuenta, a mis amigos nunca los juzgue por lo que eran.
El defecto imperdonable era el mío
Ayer me encontré con ella después de ocho años conversamos, reímos, y lo que fue irónico es que no fije en sus orejas.